Bertrand Russell escribe sobre “la conquista de la felicidad”. Pareciera que ya entonces, muchos años atrás, todos aquellos que podían ser felices no lo eran. Sin dudas lo que predomina en las sociedades actuales, es una tendencia atroz hacia el aburrimiento. Ser feliz entonces pareciera sinónimo de estar entretenido. Interesante y paradójicamente en una cultura que cada vez nos enfoca más hacia el placer individual, la felicidad pareciera depender del ocuparse "menos de uno mismo". El filósofo encontró tres tipos de sujetos que negociaban con su felicidad: el megalónamo, el pecador y el narcisista. Algunos psicoanalistas siglos después han relacionado la preocupación con el ser feliz con un mandato. El rasgo de nuestra época diría E. Laurent por ejemplo es que no se le puede impedir al hombre que goce, es más, se le pide que goce más. En la lógica del discurso capitalista esto sería poder tener acceso a más y más objetos, servicios, personas, o bienes que el mercado ofrece. Sin embargo, a menudo, aparece el sufrimiento. Suele reflejar una pérdida, un rechazo, una decepción, una carencia. Es inherente al vivir, aunque también conlleva un riesgo cuando empobrece los lazos sociales o la calidad misma de vida. Es paradójico que hoy en día se sufra por “no querer sufrir”, poniendo en manifiesto la desesperación por evadir el dolor. La idea imperante de pensar todo o casi todo en positivo, de” tener onda”, de jamás permitir que el aburrimiento nos invada, no hace más que mostrar la otra cara del capitalismo que nos vende ilusiones de felicidad para colmarnos, obedeciendo a imperativos consumistas o escapistas que, sin reparos, dañan tanto o más que el mismo sufrimiento del que se pretende huir (Moira Nardi).
Y regresa, regresa una y otra vez
¿Qué podría yo andar buscando en vos?
Si alguna vez fue mío, lo que extravié perdí al cederlo, o por seguro lo dejaste ir
Si fue tuyo, bien guardado está con vos, celosamente custodiado
Si era tu espejo un amoroso reflejo donde mirar mi rostro,
Hoy se muestra roto, mar-ido en ausencias y presencias fugaces,
buscando la meta obra del ser y del no ser
Si era un don, llegaba sin donarse por ardides de un pedido o recuerdos de un olvido
Si era tu brazo abrasante, visitaba distanciado de vos y de mi, claro está, siempre
recorriendo causas de razón y de verdad. Luego no vino. Y ya no lo fui a buscar
Si era tu arribo y reposo en mi, llegaba tímido, desconfiando de mis gestos y poco a poco, también se fue sin nunca más buscar
Libertad dicen que busco, será, pero buscando sólo fui atrapándome, enredando la Bolsa o la Vida, bien sabes lo que digo.
Existe un
mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz.
Perdió el rostro en el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la
vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los
hombres. (“Existe un mutilado”, César Vallejo, Poemas en Prosa)
¿De qué hablamos
cuando hablamos de amor?
A lo largo de nuestras vidas recibimos de numerosas fuentes lo que se ha
dado por llamar entre otras cosas, una educación sentimental. Nos fuimos
enterando que en un inicio, padres, familia, y escuela elegían por nosotros, aunque
sin embargo y poco a poco, logramos ir delineando nuestras afinidades,
agregando algunas y desechando
otras. ¿Cómo negar el valor de canciones inolvidables, la marca de algún libro
o la huella de cierto pensador que supo interpelarnos? Y a pesar de ser cierto que
la vida de un artista no replica su obra, cuesta trabajo sustraerse de las in/des-informaciones
biográficas de aquellos que algún día nos han acompañado en la experiencia de
vida. Actualmente circulan en
diversos medios las vicisitudes amorosas del músico Andrés Calamaro, a quien, indudablemente
y más allá de los gustos propios o ajenos, le pertenece un indiscutible lugar
entre las figuras más prominentes del pop/rock argentino. Titulares de diarios
y revistas, programas de noticias y de chimentos hablan de este Andrés
enamorado, descontrolado, despechado, humillado. Su noviazgo y posterior
ruptura adquieren presencia virtual en las redes sociales y medios, exacerbados
claro está, por el mismo artista y una seguidilla de admiradores, repudiadores,
consumidores. Todo al aire, como corresponde en los tiempos que corren de
exposición cuasi compulsiva , Calamaro ruega, insulta, suplica, reclama, cela, discute
con la gente, defiende el honor de su dama, describe su amor con palabras o
canciones, recibe humillaciones públicas y privadas vía redes y medios diversos.
Andrés
ha decidido decirle a una mujer en público y sin pudor, “te extraño Miki, me
hacés falta, odio que estés con otro, dijiste un día que me amarías para toda
la vida, etc.”… Me confieso sorprendida por los ataques
y el asombro de la gente ante un hombre que declara y publica su pasión. Después
de todo, a diario nos enteramos de quién anda con quién, de qué mujer pertenece
a la categoría “gato” o no, de qué famosa durmió con cuál dictador, qué nueva
pareja se arma o desarma, por citar, entre tantos, algunos ejemplos no tan ejemplares.
Es cierto, dice Andrés, que a veces “hay
que darle la razón a los que tienen razón/ a los que aún no sabemos quienes
somos/ pero estamos adentro” , y también es verdad que nuestras costumbres
argentinas nos llevan a compartir sin pudor el afecto con los demás, o a
reclamar incluso, sólo por saber si existe algo, o alguien. Pero el grito de El
Salmón hoy suena a aullido, se moldea en una demanda y en un llamado al otro. Y me pregunto, usando las mismas palabras
del escritor Raymond Carver, ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?
Pasa que algo no
pasa pero pasa igual
Dado que a todas luces a diario se me presenta el anhelo de conectarme
con la novela de la vida cotidiana escuchando la radio, leyendo los diarios o
mirando televisión, tiendo a creer que todo no es siempre lo mismo, sino que
suele haber acontecimientos, que siempre pasa algo. Un rockero afectado por mal de amores, abre un debate
diferente al suscitado por la elección de un Papa argentino, fundamentalmente
en relación a los discursos que habilita o establece sobre el amor y los lazos
sociales, sin ser por ello menos trascendente. Y puesto que hablamos de amor, la
pregunta que surge interroga si es posible que exista una respuesta
satisfactoria para la demanda, demanda de amor, porque de eso se trata lo que
Calamaro muestra.
El filósofo francés Alain Badiouafirma que el amor está amenazado en la sociedad contemporánea
dado que propone (¿impone?) la aceptación de la alteridad en forma completa,
produce sufrimientos y no puede decirse que genere ganancias ni que posea un
fin utilitario. Aquí radica la diferencia del amor con el interés sexual donde
se extraen del otro emblemas fetiches y parciales que atraen y provocan deseo. Badiouincluso llega a decir, que el amor debe consolidar su valor de ruptura y de locura puesto que postula
una relación con aquello que no soy yo y una generosidad obligatoria que cuestiona
el mito de que el hombre solo sí es posible y le otorga un valor social al lazo
amoroso. La construcción amorosaimplica y desafía a una aceptación
conjunta de un sistema de riesgos y de invenciones. ¿Pero qué significa amar?
Claramente, el amor trasciende alguna de las definiciones que circulan: dar
todo sí, la creencia de que dos son uno, el mito de la media naranja, etc., aunque
no por esto sin embargo, se pueda dejar de reconocerle la eficacia a cada una
de estas visiones. Si el enamoramiento es un artificio que permite silenciar la falta de la
mujer a cambio de una idealización, es también, aquello que puede o no,
conducir al amor. En este
movimiento de encuentros y desencuentros, un hombre accede al amor de una mujer cuando puede tolerar
el No-todo, cuando pasa de la lógica del Todo al No Todo, permitiendo que una
mujer sea Otra. Es decir, que pueda exaltarla, idealizarla y tolerar lo femenino que desafía el todo
fálico. Sería complejo en este texto hablar de la también necesaria degradación
de la mujer para poder desearla sexualmente, por ahora la cuestión apunta al
amor y no al sexo. Lacan entiende que amar es reconocer la falta y darla al otro, ubicarla
en el otro. Es romper con la completud de la célula del amor autoerótico,
aunque también pertenezca a la vertiente del narcisismo, en tanto que lo
que se ama es la imagen de sí que devuelve del partenaire.Sin embargo, se hace necesario distinguir
al amor como pasión, es decir, la fascinación con la imagen, del don de amor, transmitido
por la palabra.La frase de Lacan “dar
lo que no se tiene”, no hace mas que referir a donar la falta. En la confluencia del amor y el deseo
para la mujer, el falo es el significante del objeto de amor que ella da sin
poseer y a la vez el significante del deseo que encuentra en el hombre.Aquel que ama pasa a depender de una
alteridad que lo deja en falta, deseando.
En el hombre, amar produce una “feminización”, y por ende suele resultar
cómico o sorprendente ver a uno que ama quien aparece así, como Andrés,
ridiculizado en su posición de reclamo. Cito a Jacques Alain Miller quien dice que, “incluso un
hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el
objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de incompletud, de
dependencia. Por ello puede desear a mujeres que no ama, para reencontrar la
posición viril que él pone en suspenso cuando ama”. Si bien es cierto que los
modelos culturales de la feminidad y de la virilidad han mutado, la mujer sigue
amando esperando ser amada, ser deseada y un hombre transita por caminos diferentes.
El amor de un hombre hacia
una mujer busca el perfil, la silueta, el aspecto físico, pero supera la
idolatría de la imagen. Interviene el azar, la contingencia, el encuentro, el
acontecimiento, la creencia para ese hombre de que el encuentro amoroso es
posible, el amor como demostración que desafía lo imposible. Lacan expresa
que la mujer,"es por lo que no es por lo que
pretende ser deseada al mismo tiempo que amada", la mujer es No Toda.Digamos que una mujer puede modelar la
falta, es decir, detentar sus atributos fálicos que la colocan en el punto de
insatisfacción y a la vez buscar a través de la demanda su satisfacción y el
placer, no ya el goce. Está No Toda en el semblante fálico, pero tampoco fuera
de él.
Pero en el amor, el azar opera a modo de
milagro, de encuentro y otras tantas, de desencuentro. Si en el uso de los
semblantes de la masculinidad, el azar conecta a un hombre que no puede
sostener su relación con la falta, la mujer sólo cumplirá un fin sexual, será evitada,
degradada o temida o el lugar que ocupará como objeto amado puede transformarse
en un estrago en la relación, allí donde no hay lugar para la disparidad, se le
pide sometimiento, sumisión al deseo propio y el partenaire funciona como
objeto del goce. Entonces la idea contemporánea del desechar lo que no sirve y
conservar lo que atrae motiva a que cada uno de los sujetos cree su propio
estilo de relacionarse con el sexo opuesto, participando en la fluidez del
acontecimiento amoroso, encontrando formas de gozar propias para evitar el sufrimiento y la
insatisfacción del amor.
Para ambos
sexos, entonces ¿qué es aquello que falta sino el objeto de satisfacción que
clama la demanda? Si la demanda se articula en el deseo de completad, de
totalidad, de Todo, es porque queda un resto que cae cuando se satisface la
necesidad. La necesidad que a todas luces responde a lo instintivo: el hambre,
el sueño, pero que se separa de la pulsión que no tiene objeto, que
desnaturaliza la idea del instinto, que no logra satisfacerse en un objeto de
amor y sin embargo puja al deseo a luchar para intentarlo.¿Qué otro fin podría
tener el chupeteo del bebé más allá de generar un placer autoerótico por
ejemplo? ¿Por qué el deseo de un anoréxico niega la autoconservación y llega al
extremo de la muerte? El Otro pasa
a ser índice de nuestro deseo, poniéndole nombres y ofreciendo respuestas a las
necesidades, convertidas a lo largo de nuestra existencia, en pedidos,
demandas, llamados que haremos al Otro. ¿ A qué responde el otro primordial cuando
el bebé llora? ¿Al hambre, al frío, al dolor? Es un misterio para ambas partes:
¿qué quiere el otro?.El grito que
surge se transforma en palabras que siempre, son un llamado. Calamaro hace una
exaltación de su objeto de amor,por sus belleza física, por su “nobleza”, es decir, coloca a la dama en
cuestión en una posición fálica, colocándose a sí mismo en una posición
femenina que está en las antípodas de un Don Juan Macho. Lacan en el Seminario 3 encuentra la
analogía del falo con el arco iris y el semblante. Nunca nadie creyó de que en
verdad existiera el arco iris, sin embargo lo vemos y opera en nosotros de
cierta forma. Se puede ser o
poseer el semblante, y es así que los encuentros y desencuentros de la vida
amorosa están orientados por los juegos del semblante fálico. Miller aclara que
no basta ser, sino parecer en una relación amorosa, se verá cuáles semblantes
se presentan al otro y qué efectos producen en el partenaire, aunque se intuya
que se está viviendo un sueño, un sueño despierto devenido vida. El amor es la
ilusión que obtura la falta propia, cediéndosela al otro.
La politóloga belga Chantal Mouffe, pregunta ¿en qué
momento la destrucción del otro (el prójimo) deja de estar ligado al registro
imaginario del amor/odio para pasar al encuentro? Si las relaciones con la
alteridad son fundamentalmente antagónicas, afirma, dejando como resultado el
binomio yo-no yo, amigo o enemigo,
es necesario recomponer el lazo en un vínculo que reconozca la diferencia sin
que el otro sea un enemigo irreductible. Mouffe incursiona sobre el concepto de “agonismo”
para definir este modo de relación con el otro. Agonismo resuena a agonía sin dudas, a estar
en falta, a fracturarse, a sufrir también y a partir de allí, generar un lazo
social, lazo del que el amor, no es ajeno, sino más bien fundante.
Intuyo que por ahí pasa el asombro, el ataque, la humillación y hasta
la burla al músico. ¡Vaya espejo el de un hombre mostrado en su máxima
vulnerabilidad! Es un profundo contraste con la forma como el amor tiende a
manifestarse hoy en día, amor anestesiado, lejos del amor loco o incluso del amor
divino… Pero sospecho que es así mayoritariamente en el ámbito de lo público. Esta
excepcionalidad a mi criterio, constituye todo un acontecimiento, aunque estoy
segura que en secreto, privadamente, existen muchos más Calamaros de los
que viene a bien hablar.
No era para tanto el alboroto o la cantidad de espectadores que desató la performance de la actriz Tilda Swinton en el MOMA de Nueva York, el 24 de marzo de este año. En la misma, aparece durmiendo encerrada en un cubículo transparente por siete horas. Hace años ya que nos hemos habituados a la presencia de las cámaras en la casa "agujerada" por múltiples ojos del Gran Hermano, o compartimos el ciberespacio donde todo se exhibe o se mira, entonces, cuál sería el asombro? Después de todo, el ámbito de la privacidad recién cobró fuerza en la Europa de los siglos XVIII y XIX, como una repercusión del desarrollo de las sociedades industriales modernas y su modo de vida urbano, comenzó a ser un refugio del afuera. Significativo contraste con las casas medievales, así como hemos visto en tantas películas, donde todos compartían casi el mismo espacio. Virginia Woolf acuñó una frase que fue repetida hasta el cansancio por feministas y no tanto: lo que las mujeres necesitaban para poder ser era "a room of their own", un cuarto propio. De esta forma, pronto sería posible la aparición de "un mundo interno" y de "vida interior". Hasta el siglo XVI, según narra el arquitecto y escritor Witold Rybczynsk, los hombres compartieron la misma situación de las mujeres, aunque poco a poco, se fueron creando los ambientes para poder retirarse de los demás para uso de los afortunados caballeros, o aquellos con mayor fortuna. En la mutación del fenómeno de lo privado y lo público, lo que más parece preocuparnos es el "robo de identidad" que pertenece mas que nada al hurto de datos financieros. Esa sería una de las tantas invasiones a la privacidad que hoy por hoy generan verdaderas pesadillas. Pero lo cierto es que el Yo busca cada vez mayor exposición, expone sin pudores lo que otrora se llamó privacidad y mientras, esconde secretos de finanzas de otros seres reales o imaginarios. Sin lugar a dudas, es cierto que los modos de producción y el consumo capitalista han variado la idea de propiedad y privacidad. Al filósofo alemán Walter Benjamin le preocupaba que las cosas de vidrio no tuvieran aura. El aura era lo más cercano o daba cuenta de la esencia del objeto en la era de la reproducción mecánica, aunque sin poder serlo tampoco. Y la transparencia?; es ciertamente enemiga de los secretos, de lo propio, de lo íntimo. Tilda Swinton quizás pensó en estas cuestiones cuando eligió dormir públicamente bajo miles de ojos y nombrar a su performance "The Maybe". Nada sabemos de su intención y en estos casos, lo mejor es admitir que se está meramente acunando una opinión personal. Argos fue un guardián de la mitología griega que sus ojos le permitían dormir y cuidar a la vez. Algunos visitantes se preguntaron, dormirá Tilda Swinton o estará descansando mientras es mirada descansar? "Mirar el ser mirado" puede que compense la pérdida del cuarto propio al que la escritora Woolf aludía. Tal vez Swinton sólo quiso expresar su posición al respecto, la de ser humano expuesto, vulnerable, exhibido y exhibiéndose entregando su sueño para todos, un sueño que en realidad, tampoco a nadie le pertenece.
Se dice de una figura que ha llegado a la cresta de la popularidad, que
es capaz de preservar el capital mediático que denominamos imagen y donde
el éxito o el fracaso no logran afectarla. Lo interesante es que lo
dicho es válido tanto para los que se han ganado este rol como para los que
sencillamente habitan el mismo espacio -mediático-. En el idioma coloquial se
llama "cholulismo" a esa fascinación que un otro despierta por ser
admirado y conocido por todos, lo cual es por supuesto, absolutamente
independiente de sus eventuales logros. Un video porno de una actriz o modelo
por ejemplo, convierte a un amplio sector en espectadores y consumidores de la
"noticia" que, en épocas no tan lejanas, hubiera avergonzado no sólo
a sus protagonistas, sino a los distribuidores y consumidores de la
información.
El “cholulismo” no es nuevo, sólo ha cambiado su modalidad de
transmisión. Estaba vigente sin lugar a dudas en nuestra sociedad, no en vano
Discépolo decía, “no hay aplazados ni escalafón”. Decíase de la cholula aquella
que era la loca por los astros en los años 40 y 50. Era quien buscaba
autógrafos, conocía las anécdotas de las estrellas y no se perdía sus
películas. Nada de esto nos puede sorprender hoy, claro está. Reflexionando
sobre estas cuestiones encontré una nota de Martín Caparrós a quien paso a
citar para poder interrogar un poco sobre nuestro hacer nacional.
"Habemus papam era una voz extraña,
y en una semana se ha convertido en un justo lema de la argentinidad: tenemos
papa –nosotros, los argentinos, tenemos papa. La figura más clásica de la
tilinguería nacional, el Argentino Que Triunfó en el Exterior, encontró su
encarnación definitiva: si, durante muchos años, Ernesto Guevara de la Serna
peleaba codo a codo con Diego Armando Maradona, ahora se les unió uno tan
poderoso que ni siquiera necesitó morirse para acceder al podio. Cada vez más
compatriotas y compatriotos se convencen de que Dios es argentino. Temo el
efecto que este inesperado, inmerecido favor divino puede tener sobre nuestras
vidas. No me refiero al hartazgo que a mediano plazo –en dos o tres días– pueda
causar la presencia de Bergoglio hasta en la sopa; hablo del peso que su
iglesia siempre intenta ejercer, ahora multiplicado en nuestro país por el
coeficiente de cholulismo nacional que nos hizo empezar a mirar tenis cuando
Vilas ganó algún grand slam, basket cuando Manu Ginobili, monarquías europeas
cuando la holando-argentina se transformó en princesa".
Quizás el avance de la frivolidad no sea novedoso a
estas alturas, ni tampoco la espectacularidad multiplicada ad infinitum
por los medios. Lo que sí se repite con mayor fuerza es la captura de la imagen
por el otro. La cuestión fundamental no es ya la del síntoma como
formación de compromiso entre el deseo inconsciente y el Otro social, sino la
angustia, la angustia del vacío. La captación
podría decirse de lo que se da en llamar la sociedad del espectáculo y la
idolatría de las imágenes que de todas formas, no logra calmar la angustia o
aplacar el vacío. "Somos" -escribe Antonio Machado en el prólogo
a Campos de Castilla- "víctimas de un doble espejismo. Si
miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde
en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por
sí, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la íntima realidad, miramos
adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior,
nosotros mismos, lo que se desvanece. ... Un hombre atento a sí mismo, y
procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar: la suya; pero
le aturden los ruidos extraños. ¿Seremos, pues, meros espectadores del
mundo?".
miércoles, 20 de marzo de 2013
This is How I Want You
This
is how I want you
for
tonight, away from all
Away,
even from me
but
with me, always
I want
you so close
I do
not have to reach out to you
I do
not have to speak to you
I do
not have to miss you
'Cause
when you're gone
I suddenly
become undone
Moira Nardi
Sobre El Día mundial de la felicidad:
Bertrand Russell escribe sobre “la conquista de la felicidad”. Pareciera que ya entonces todos aquellos que podían ser felices no lo eran. Es más, lo que predomina en las sociedades actuales, es una tendencia atroz hacia el aburrimiento. Ser feliz entonces pareciera sinónimo de estar entretenido. Interesantemente en una cultura que cada vez nos enfoca más hacia el placer individual, la felicidad pareciera depender del ocuparse "menos de uno mismo" El filósofo encontró tres tipos de sujetos que negociaban con su felicidad: el megalónamo, el pecador y el narcisista. Algunos psicoanalistas siglos después han relacionado la preocupación con el ser feliz con un mandato. El rasgo de nuestra época diría E. Laurent por ejemplo es no se le puede impedir al hombre que goce, es más, se le pide que goce más. En la lógica del discurso capitalista esto sería poder tener acceso a más y más objetos, servicios, personas, o bienes que el mercado ofrece.
Se ríe Natalia. Imagina que
las ideas le brotan con rapidez; poseen una fuerza arrasadora y sabe con la certeza
de su megalómano delirio que éstas serán el motor que influya el pensamiento de
muchos de sus coetáneos. Intuye la magnífica tarea redentora hacia los demás,
sabe que de ella depende que otros puedan entender qué significa con exactitud
esta existencia en la gran urbe americana. Continúa fantaseando. A través de su
relato, infinito número de seres podrán identificarse con sus historias y
lograrán una catarsis renovadora. Natalia está al tanto de esto y mucho más que
aún no logra poner en palabras porque las mismas jamás abarcan la experiencia
vital. Mientras estas elucubraciones le asaltan la conciencia, Natalia opta por
hacer una pausa, saborear un cigarrillo que le deja un familiar e
imprescindible gusto a tabaco amargo en los labios y mirar por su ventana de
patio interno enfrentada a otras ventanas de patios internos tan grises como la
suya. Más allá de ella, y a solo
pocos metros, el callejón trasero que condensa pertenencias de los habitantes
sin techo. Un sillón, ropa esparcida, desechos de amores urgentes y protegidos,
la pequeña fuente que temprano en la mañana ella colocó junto a la puerta, ahí
mismo, junto al resto de los objetos desarreglados en la calle , esperando que
alguno aprecie el obsequio que un día le hiciera una enemiga cercana. Natalia
sabe que su espacio es sólo un frágil refugio que la ampara del afuera. Cada
noche, los ruidos nocturnos le interrumpen el pensar con sonidos familiares de
puertas que cierran duramente, de lavadoras que extirpan sedimentos del trabajo
diario, de televisoras ruidosas, de madres que hablan a sus hijos sin el
lenguaje de la ternura, de coches que arrancan o estacionan y de ocasionales
peleas domésticas que exigen intervención de terceros sin que ella decida
hacerlo. Intentando resguardarse, Natalia cierra las ventanas y también las
puertas, sin que le dure demasiado la maniobra de exclusión. Bajo la excusa de
recibir aire fresco, vuelve a abrir todo lo que puede abrir y acepta con
resignación su destino de múltiples y anónimas compañías. Como sintiéndose
parte vital de un cuerpo orgánico tan ajeno a sí misma, a ellas también se
encomienda. Luego procede en busca de respuestas a sus interrogantes, y no
puede más que caminar una y otra
vez por el reducido espacio en el que habita. Justo frente a la puerta de la
refrigeradora descubre que no llegó ahí por cuestiones alimenticias, sino
porque la superficie cuadrada terminaba allí mismo y de golpe fue donde
comprendió que no era hambre lo que le acontecía sino un deseo insoportable de
acercarse a la ventana y mirar el recortado pedacito de cielo mientras recuerda
tiempos antiguos en el que se creía feliz. Dirigiéndose hacia el extremo
opuesto, encuentra al lado de la televisión la puerta del armario con la ropa
que ya no usa pero que aún retiene y en el reverso de la puerta, la fotografía
de la abuela muerta, aquella que espera la bendiga desde el más allá. Le queda
sólo el espejo del cuarto de baño para explorar, el mismo donde a veces pega
con cinta adhesiva las notas que se escribe y que poco lee. Ha tenido que
llegar a ponerlas de tal forma que le impidan ver su reflejo porque de otro
modo, se da maña para no leerlas. ¡Justo allí donde cosas tan importantes están
registradas y ella sin poder leerlas! Vagamente intuye cuánto se está olvidando
de su vida. Inevitablemente, el camino en círculos
llega a su fin y Natalia regresa al teclado donde le espera una hoja dispuesta
a ser escrita sin ansiedad, insolentemente virgen de palabras. Las palabras. Con
la fatalidad de lo irreparable que debe acontecer para cerrar el círculo de la
esquiva fluidez, Natalia se acomoda en su asiento para dejarlas brotar en
libertad.
Moira Nardi
jueves, 3 de enero de 2013
El dispositivo
analítico.
El dispositivo analítico es un artificio que posee reglas
y métodos propios. A través de la palabra se busca nombrar el sufrimiento o
articular un enigma, poniendo fin a ese sufrimiento “de más”. Al decir de
Freud: transformar la miseria neurótica en sufrimiento común. Se trata de
recuperar el valor de la palabra como herramienta que permita escribir otra
historia individual. El psicoanálisis no es una experiencia mística o
religiosa. Es un método que despliega una secuencia que comienza por la
transferencia, se articula con el síntoma y finaliza en el fantasma que lo
produce.J. A. Miller agrega, “en
un mundo donde cada uno puede sentir que es de aquí en más desechable, el encuentro
con el psicoanalista sigue siendo un claro en el bosque, un enclave íntimo,
podemos incluso decir un oasis espiritual. Alguien que lo recibe en tanto que
usted es un ser aparte, una excepción que vale por sí misma, no cualquiera, no
un número, no un ejemplar de su clase sectaria o de su clase social” (Columna
del Diario Le Point).
El análisis
intentará re-inventar un lugar en el mundo que nos desvíe de los caminos
recorridos, los mismos que en numerosas ocasiones nos han conducido a tropezar
con la misma piedra.Y si bien es
cierto que se suele explorar la vida mirando hacia atrás, la misma ha de ser
vivida mirando hacia adelante. Por lo tanto, si estás dispuesto a que gane el
quiero la guerra del puedo, intenta otra escucha, una que hacia allí te lleve.