martes, 26 de marzo de 2013

Sueño para todos

No era para tanto el alboroto o la cantidad de espectadores que desató la performance de la actriz Tilda Swinton en el MOMA de Nueva York, el 24 de marzo de este año.  En la misma, aparece durmiendo encerrada en un cubículo transparente por siete horas. Hace años ya que nos hemos habituados a la presencia de las cámaras en la casa "agujerada" por múltiples ojos del Gran Hermano,  o compartimos el ciberespacio donde todo se exhibe o se mira, entonces, cuál sería el asombro? 

Después de todo, el ámbito de la privacidad recién cobró fuerza en la Europa de los siglos XVIII y XIX, como una repercusión del desarrollo de las sociedades industriales modernas y su modo de vida urbano, comenzó a ser un refugio del afuera.  Significativo contraste con las casas medievales, así como hemos visto en tantas películas, donde todos compartían casi el mismo espacio.  Virginia Woolf acuñó una frase que fue repetida hasta el cansancio por feministas y no tanto:  lo que las mujeres necesitaban para poder ser era "a room of their own", un cuarto propio. De esta forma, pronto sería posible la aparición de "un mundo interno" y de "vida interior". Hasta el siglo XVI,  según narra el arquitecto y escritor Witold Rybczynsk, los hombres compartieron la misma situación de las mujeres, aunque poco a poco, se fueron creando los ambientes para poder retirarse de los demás para uso de los afortunados caballeros, o aquellos con mayor fortuna. En la mutación del fenómeno de lo privado y lo público, lo que más parece preocuparnos es el "robo de identidad" que pertenece mas que nada al hurto de datos financieros. Esa sería una de las tantas invasiones a la privacidad que hoy por hoy generan verdaderas pesadillas. Pero lo cierto es que el Yo busca cada vez mayor exposición, expone sin pudores lo que otrora se llamó privacidad y mientras, esconde secretos de finanzas de otros seres reales o imaginarios. Sin lugar a dudas, es cierto que los modos de producción y el consumo capitalista han variado la idea de propiedad y privacidad. Al filósofo alemán Walter Benjamin le preocupaba que las cosas de vidrio no tuvieran aura. El aura era lo más cercano o daba cuenta de la esencia del objeto en la era de la reproducción mecánica, aunque sin poder serlo tampoco. Y la transparencia?; es ciertamente enemiga de los secretos, de lo propio, de lo íntimo. 
Tilda Swinton quizás pensó en estas cuestiones cuando eligió dormir públicamente bajo miles de ojos y nombrar a su performance "The Maybe". Nada sabemos de su intención y en estos casos, lo mejor es admitir que se está meramente acunando una opinión personal.  Argos fue un guardián de la mitología griega que sus ojos le permitían dormir y cuidar a la vez. Algunos visitantes se preguntaron, dormirá Tilda Swinton o estará descansando mientras es mirada descansar? "Mirar el ser mirado" puede que compense la pérdida del cuarto propio al que la escritora Woolf aludía.  Tal vez Swinton sólo quiso expresar su posición al respecto, la de ser humano expuesto, vulnerable, exhibido y exhibiéndose entregando su sueño para todos, un sueño que en realidad, tampoco a nadie le pertenece. 



jueves, 21 de marzo de 2013

Día mundial de la poesía- Enrique Lihn


Nada tiene que ver el dolor con el dolor...

Nada tiene que ver el dolor con el dolor 
nada tiene que ver la desesperación con la desesperación 
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas 
No hay nombres en la zona muda 
Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes 
acicalada hasta la repugnancia, y los médicos 
son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios 
la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen 
porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora 
Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto 
todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas 
y éste no es más que otro modo de viciarlas 
Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte -la niña 
de sus ojos- un querido problema 
la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere 
su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar 
Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación 
Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener 
ciertas formas como ahora en esta consulta 
Quiero morir (de tal o cual manera) ese es ya un verbo descompuesto 
y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonable 
mente, evidentemente fuera del lenguaje en esa 
zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser 
cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá previamente de sí mismo 
esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es 
su presupuesto 
Invoco en la consulta al Dios 
de la no mismidad, pero sabiendo que se trata 
de otra ficción más 
sobre la unión de Oriente y Occidente 
de acápites, comentarios y prólogos 
Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender 
para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio 
que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas 
de una ciencia imposible e igualmente válida 
un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos 
Enrique Lihn 

Habemus Cholulos

 
Se dice de una figura que ha llegado a la cresta de la popularidad, que es capaz de preservar el capital mediático que denominamos imagen y donde el éxito o el fracaso no logran afectarla.  Lo interesante es que lo dicho es válido tanto para los que se han ganado este rol como para los que sencillamente habitan el mismo espacio -mediático-. En el idioma coloquial se llama "cholulismo" a esa fascinación que un otro despierta por ser admirado y conocido por todos, lo cual es  por supuesto, absolutamente independiente de sus eventuales logros. Un video porno de una actriz o modelo por ejemplo, convierte a un amplio sector en espectadores y consumidores de la "noticia" que, en épocas no tan lejanas, hubiera avergonzado no sólo a sus protagonistas, sino a los distribuidores y consumidores de la información. 
 El “cholulismo” no es nuevo, sólo ha cambiado su modalidad de transmisión. Estaba vigente sin lugar a dudas en nuestra sociedad, no en vano Discépolo decía, “no hay aplazados ni escalafón”. Decíase de la cholula aquella que era la loca por los astros en los años 40 y 50. Era quien buscaba autógrafos,  conocía las anécdotas de las estrellas y no se perdía sus películas. Nada de esto nos puede sorprender hoy, claro está. Reflexionando sobre estas cuestiones encontré una nota de Martín Caparrós a quien paso a citar para poder interrogar un poco sobre nuestro hacer nacional.
"Habemus papam era una voz extraña, y en una semana se ha convertido en un justo lema de la argentinidad: tenemos papa –nosotros, los argentinos, tenemos papa. La figura más clásica de la tilinguería nacional, el Argentino Que Triunfó en el Exterior, encontró su encarnación definitiva: si, durante muchos años, Ernesto Guevara de la Serna peleaba codo a codo con Diego Armando Maradona, ahora se les unió uno tan poderoso que ni siquiera necesitó morirse para acceder al podio. Cada vez más compatriotas y compatriotos se convencen de que Dios es argentino. Temo el efecto que este inesperado, inmerecido favor divino puede tener sobre nuestras vidas. No me refiero al hartazgo que a mediano plazo –en dos o tres días– pueda causar la presencia de Bergoglio hasta en la sopa; hablo del peso que su iglesia siempre intenta ejercer, ahora multiplicado en nuestro país por el coeficiente de cholulismo nacional que nos hizo empezar a mirar tenis cuando Vilas ganó algún grand slam, basket cuando Manu Ginobili, monarquías europeas cuando la holando-argentina se transformó en princesa".
Quizás el avance de la frivolidad no sea novedoso a estas alturas, ni tampoco la espectacularidad multiplicada ad infinitum por los medios. Lo que sí se repite con mayor fuerza es la captura de la imagen por el otro. La cuestión fundamental no es ya la del síntoma como formación de compromiso entre el deseo inconsciente y el Otro social, sino la angustia, la angustia del vacío. La captación podría decirse de lo que se da en llamar la sociedad del espectáculo y la idolatría de las imágenes que de todas formas, no logra calmar la angustia o aplacar el vacío. "Somos" -escribe Antonio Machado en el prólogo a Campos de Castilla- "víctimas de un doble espejismo. Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por sí, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la íntima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ... Un hombre atento a sí mismo, y procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar: la suya; pero le aturden los ruidos extraños. ¿Seremos, pues, meros espectadores del mundo?".



miércoles, 20 de marzo de 2013


This is How I Want You

This is how I want you
for tonight, away from all
Away, even from me
but with me, always

I want you so close
I do not have to reach out to you
I do not have to speak to you
I do not have to miss you 
'Cause when you're gone
I suddenly become undone
Moira Nardi

Sobre El Día mundial de la felicidad:
Bertrand Russell escribe sobre  “la conquista de la felicidad”. Pareciera que ya entonces todos aquellos que podían ser felices no lo eran. Es más, lo que predomina en las sociedades actuales, es una tendencia atroz hacia el aburrimiento. Ser feliz entonces pareciera sinónimo de estar entretenido. Interesantemente en una cultura que cada vez nos enfoca más hacia el placer individual, la felicidad pareciera depender del ocuparse "menos de uno mismo" El filósofo encontró tres tipos de sujetos que negociaban con su felicidad: el megalónamo, el pecador y el narcisista. Algunos psicoanalistas siglos después han relacionado la preocupación con el ser feliz con un mandato. El rasgo de nuestra época diría E. Laurent por ejemplo es no se le puede impedir al hombre que goce, es más, se le pide que goce más. En la lógica del discurso capitalista esto sería poder tener acceso a más y más objetos, servicios, personas, o bienes que el mercado ofrece. 

El círculo de la fluidez


El circulo de la fluidez- 
Se ríe Natalia. Imagina que las ideas le brotan con rapidez; poseen una fuerza arrasadora y sabe con la certeza de su megalómano delirio que éstas serán el motor que influya el pensamiento de muchos de sus coetáneos. Intuye la magnífica tarea redentora hacia los demás, sabe que de ella depende que otros puedan entender qué significa con exactitud esta existencia en la gran urbe americana. Continúa fantaseando. A través de su relato, infinito número de seres podrán identificarse con sus historias y lograrán una catarsis renovadora. Natalia está al tanto de esto y mucho más que aún no logra poner en palabras porque las mismas jamás abarcan la experiencia vital. Mientras estas elucubraciones le asaltan la conciencia, Natalia opta por hacer una pausa, saborear un cigarrillo que le deja un familiar e imprescindible gusto a tabaco amargo en los labios y mirar por su ventana de patio interno enfrentada a otras ventanas de patios internos tan grises como la suya.  Más allá de ella, y a solo pocos metros, el callejón trasero que condensa pertenencias de los habitantes sin techo. Un sillón, ropa esparcida, desechos de amores urgentes y protegidos, la pequeña fuente que temprano en la mañana ella colocó junto a la puerta, ahí mismo, junto al resto de los objetos desarreglados en la calle , esperando que alguno aprecie el obsequio que un día le hiciera una enemiga cercana. Natalia sabe que su espacio es sólo un frágil refugio que la ampara del afuera. Cada noche, los ruidos nocturnos le interrumpen el pensar con sonidos familiares de puertas que cierran duramente, de lavadoras que extirpan sedimentos del trabajo diario, de televisoras ruidosas, de madres que hablan a sus hijos sin el lenguaje de la ternura, de coches que arrancan o estacionan y de ocasionales peleas domésticas que exigen intervención de terceros sin que ella decida hacerlo. Intentando resguardarse, Natalia cierra las ventanas y también las puertas, sin que le dure demasiado la maniobra de exclusión. Bajo la excusa de recibir aire fresco, vuelve a abrir todo lo que puede abrir y acepta con resignación su destino de múltiples y anónimas compañías. Como sintiéndose parte vital de un cuerpo orgánico tan ajeno a sí misma, a ellas también se encomienda. Luego procede en busca de respuestas a sus interrogantes, y no puede más que  caminar una y otra vez por el reducido espacio en el que habita. Justo frente a la puerta de la refrigeradora descubre que no llegó ahí por cuestiones alimenticias, sino porque la superficie cuadrada terminaba allí mismo y de golpe fue donde comprendió que no era hambre lo que le acontecía sino un deseo insoportable de acercarse a la ventana y mirar el recortado pedacito de cielo mientras recuerda tiempos antiguos en el que se creía feliz. Dirigiéndose hacia el extremo opuesto, encuentra al lado de la televisión la puerta del armario con la ropa que ya no usa pero que aún retiene y en el reverso de la puerta, la fotografía de la abuela muerta, aquella que espera la bendiga desde el más allá. Le queda sólo el espejo del cuarto de baño para explorar, el mismo donde a veces pega con cinta adhesiva las notas que se escribe y que poco lee. Ha tenido que llegar a ponerlas de tal forma que le impidan ver su reflejo porque de otro modo, se da maña para no leerlas. ¡Justo allí donde cosas tan importantes están registradas y ella sin poder leerlas! Vagamente intuye cuánto se está olvidando de su vida.   Inevitablemente, el camino en círculos llega a su fin y Natalia regresa al teclado donde le espera una hoja dispuesta a ser escrita sin ansiedad, insolentemente virgen de palabras. Las palabras. Con la fatalidad de lo irreparable que debe acontecer para cerrar el círculo de la esquiva fluidez, Natalia se acomoda en su asiento para dejarlas brotar en libertad.    
Moira Nardi