viernes, 18 de diciembre de 2015

Witch Hunt

Más allá de la actual coyuntura política, la tapa de Noticias da cuenta de un antiguo cuasi primitivo diría, desprecio por lo femenino como así también la necesidad de suprimir, quemar, borrar, matar, odiar, erradicar a las mujeres. No es en vano que la imagen de la portada refleje la caza de brujas del medioevo donde en plena Edad Media y más aún, durante la Ilustración, aparecía sin velos la demonización de la mujer. Se la tildaba de loca, de hereje, de lujuriosa, etc. Hoy por hoy, es triste y grave que acontezca,  además de reflejar los más arraigados prejuicios y daños que produce el falocentrismo en nuestra sociedad que bastante unánimemente se ha convocado alrededor de la consigna ‪#‎niunamenos como reacción a los abusos del machismo imperante. 

Sin embargo, en la portada de Noticias, vemos a estos hombres haciendo un pacto secreto que linda en lo diabólico contra una mujer representada por Cristina Kirchner, ardiendo en llamas.  ¡Cuántos odios despertó esta mujer! Pero así también ha sido en la historia y sigue siéndolo: de la mano de una mujer suelen venir los cuestionamientos al poder, sea desde la histórica histeria, desde las luchas, desde el mismo exceso y el desborde femenino, etc. ¿O acaso en su momento las Madres no eran las "locas de la Plaza"? 

Sin velo alguno, la tapa de la Revista Noticias expresa esto y mucho más. No es necesario decir creo lo que ya todos conocemos y sabemos de los hilos del poder en Argentina, de la irritación que produjo la figura de esta mujer, de cómo, sí, de cómo estos hombres y representantes de otros grupos de poder se han reunido y se siguen reuniendo para suprimirla. Lo que falta agregar es que al demonizarla no hacen más que encumbrarla también, de otorgarle el estatus mítico de heroína, de darle la fuerza del mito. Ya conocemos eso los argentinos, lo vivimos con Evita. Ni profanando su cadáver se logró erradicar el mito. Parece que estamos tocando puntos parecidos, salvando las distancias inmensas, la época distinta, etc. Lo común que poseen es que las dos son mujeres y las dos concentran odios y amores de igual intensidad. La historia se está escribiendo, no sabemos aún cómo finaliza este capítulo. Lo que sí sabemos es que a esta mujer la perseguirán hasta neutralizarla o destruirla si es posible. Ojalá estemos -no solo algunos de los que nunca llegamos a odiarla junto a aquellos que recuerden alguna lección de historia universal, Caza de Brujas del Medioveo,  atropellos durante el predomino de la Razón en la Ilustración, nuestro propio pasado histórico...-,  ojalá decía, estemos a la altura para evitar repetir tan trágicos errores.  Podría decirse que más que una expresión de deseos, hoy por hoy es una imperiosa necesidad argentina entender qué se está jugando en nuestra historia.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cuatro torres quieren matar a mi madre

Cuatro torres quieren matar a mi madre
Mami repite una y otra vez,  “el cuerpo del delito” . A la tercera vez la interrumpo y le pregunto a qué se refiere. Me dice, “es el calefón, ese es el cuerpo del delito”. Hoy me llamó para contarme que la quieren matar. Son cuatro las torres y quieren matar a mi madre. El asunto es serio así que no se por qué adquirió para mi tonos de tragicomedia. Me van a linchar, me cuenta. Y ahí nomás se explaya en los golpes a su puerta, los vecinos que no la saludan, las amenazas que le dejan por debajo de la puerta en forma de dibujos de tumbas y cruces. La escucho, sí, la escucho. Son cuatro torres, son muchas familias, sin gas, nada de gas, nada, por nueve meses, más o menos dice.  Y sucedió así: el calefón del vecino tenía “como explosiones”, muchas, seguidas. Y ese calefón está pegado a su pared, ella lo oía tanto hasta que un día no aguantó más. La preocupación se hizo miedo. El miedo obsesión y de allí al pánico, sólo bastó una última mañana de ansiedad y aburrimiento.  Se imaginó que todos volaban por el aire. Así como la tragedia de Rosario me recuerda, “¿viste lo que siempre pasan por las noticias, de los edificios que vuelan por los aires?”, pregunta.  Yo no vi, pero sí me acuerdo lo de Rosario, la tragedia por el escape de gas que mató a tantos y que sacudió al país.  Entonces ella llamó a Metrogas, que en una muestra de extrema precaución, cortó el gas ni bien ella colgó el teléfono. Así fue que en las cuatro torres de mi madre, dejó de haber gas. Es decir, nadie podrá cocinar, bañarse o apaciguar el frío del invierno con gas. Poco a poco le fue creciendo el miedo, no el miedo originario a explotar, sino el que le vino después cuando todo fue empeorando seguido de su llamada a Metrograss. No habló con el vecino previamente a la denuncia porque “no paga las expensas” y ahora ese desgraciado tiene un termotanque, nadie tiene termotanque porque es carísimo, está el tipo mejor que todos”, agrega mi madre.  Y no dice “el tipo está mejor que todos” sino “está el tipo mejor que todos”, mi madre es diferente al hablar. Sí. A veces sólo habla en diminutivos: “estoy con un saquito por el frío en este departamentito chiquito”. Otras, cuando atiende el teléfono por ejemplo, no saluda como suele hacerse, sino que pasa a contar lo que venía haciendo: “estoy poniendo la comida en el horno porque tengo que cocinar ya” y ese es su no-saludo.  En lo que respecta a las cuatro torres, es así que en  ellas nadie puede bañarse, ella tampoco, me cuenta, apenas si logra una ducha rápida con un calentador de agua eléctrico que pudo comprar pero no puede lavarse la cabeza porque se acaba el agua caliente enseguida.  Le vino un resfrío horrible porque el agua no calienta bien. Después y debido a las amenazas y al susto que le dio, comenzó a marearse, tan así que no sale ni viaja a buscar plata donde la dejó, en Suecia y es que además, día a día Metrogas rompe algo a las cuatro torres para arreglar el desarreglo. Por momentos se le ocurre decir, “uy, qué desastre para los demás”, que es cuando logro decir un tímido “y sí ”, pero no, ese sí le molesta mucho y se pone a decir sin pausa, “es que prefieren volar por los aires”. Se me ocurre pensar mientras la escucho,  “en Buenos Aires nos gusta volar por los aires”. Es cuasi poético como voy imaginando mi ciudad, ahora que la elegí también para el retorno, volar por los aires como vuelan las mujeres de Chagall.
Mi madre quiere irse del país, otra vez. Ya se fue muchas veces y otras tantas regresó. ¡En Estocolmo todo funciona tan bien! Pero hay tanto lío en las cuatro torres que no puede partir, no puede ni siquiera huir una vez más. Es que hay miedos y cosas horribles que pueden pasar porque todo está mal acá, la gente no se da cuenta, me dice, no piensa. Entonces veo el círculo que nunca se abre, gira, gira, gira, es imparable, estamos colgados de él y vamos dando vueltas sin poder salir, repitiendo, rodando, buscando el movimiento que no avanza, sólo se mueve alrededor del miedo que lo hace todo pequeño o tremendamente enorme y así, así de grande e imposible.

Moira Nardi

Derechos Reservados

miércoles, 5 de agosto de 2015

No importa (relato breve)

No importa


Tengo ocho años hoy. Justo hoy. Pero la abuela de Kelito murió y me voy a su entierro con todos los chicos del barrio. Al llegar, todos miramos al muerto. A la muerta. Es mi primer muerto. La abuela está allí quietita, le miro la cara hinchada y no puedo acordarme de ella viva. Toda ella es muerta siempre, nunca viva.  Me quedo hipnotizada. Lo se porque los chicos salen disparados, son varios,  asustados, hacia la calle, recorriendo el interminable pasillo de la casa de Kelito,pero yo no. Me quedo y escucho llorar a algunos. Es horrible todo. Triste, muy pobre, y no puedo irme, estoy pegada, pertenezco allí. Y también tengo un año más, o uno menos, no importa, pero es ahí, todo ahí, en lo de Kelito, el pibe del barrio. Y no es mi cumple, es otro cumple, debe ser el de Kelito, que ya no se si tiene abuela o ya se ha muerto, no importa,  pero sí el festejo. Todos comemos sándwiches de miga y bebemos Fanta, corremos por el pasillo y pinchamos los globos. Se sortea una chocotorta que gano y estoy tan pero tan feliz. Nunca gané nada. Nunca. La voy a buscar, aferrándome a mi objeto deseado, pero “no” me dicen, que no. Y me cantan y me gritan y me miran con un millón de ojos, con un sinfín de voces,  "el que come y no convida tiene un sapo en la barriga”. Tengo nueve años, o siete, no importa. Nada importa, pero sí mi torta. La agarro con mis manos, con mis brazos, con todo el cuerpo casi, y me la llevo corriendo desoyendo los gritos de egoísta a mi casa. Ya está a salvo del mundo en la heladera, en el estante de abajo, escondida lo más que puedo para que me dure para siempre, podrida o no, no importa.